A lontananza se distingue la figura de un samurai, va empujando un carrito con un niño en su interior. El samurai porta un estandarte que reza “Niño y espada contratables”. Son el Lobo Solitario y su Cachorro.
Hace años el autor Frank Miller reconocía su absoluta admiración por un manga de los años 70 llamado “Kozure Okami” traducido allí como “Lone Wolf & Cub”. La historia de un Ronin, un samurai sin señor, que junto a su hijo, Daigoro, alquila su espada al mejor postor como asesino, recorriendo el Japón del siglo XVIII, un conflictivo periodo histórico en el que comenzó la época del Shogunato Tokugawa que aislará a Japón del resto del mundo durante dos siglos.
En España hemos tenido que esperar hasta el 2003 para poder leer sobre ese viaje cargado de violencia que es Lobo Solitario y su Cachorro y sinceramente creo que la espera ha merecido la pena porque Kozure Okami es un poema japonés, pero un poema que destila violencia y sexo, sin concesiones para el lector.
Somos testigos de un mundo lejos de la inocencia, una sociedad corrompida, con gobernadores corruptos, y vasallos que maquinan para acabar con sus señores feudales. Desde luego no es de extrañar el antes mencionado gusto de Miller por este cómic, comparte muchos de los temas y de las inquietudes que han hecho famoso al autor americano y que salpican su obra.
La pluma del escritor Kazuo Koike nos plasma un curioso personaje como es el protagonista, que a los lectores se nos puede antojar frío, metódico, un perfecto asesino que domina su arte, con un sentido del honor que le obliga a cumplir siempre sus contratos porque se lo manda su código samurai.
Y que hay que decir del otro protagonista, Daigoro, el niño. Un testigo de las cruentas hazañas de su padre, en ocasiones inocente -si es que la inocencia puede ser concebida en ese violento mundo-, pero como muy bien dicen “aunque sea un cachorro, no deja de ser un lobo en potencia...” y así en ocasiones se convierte en la mejor arma de su padre.
Y todo esto es plasmado gracias al más que eficaz arte de Goseki Kojima, su dibujo es efectivista, su plasmación de las luchas, los duelos entre los samuráis, en definitiva, la carnicería, la violencia, la furia implícita de esos enfrentamientos que sobrecogen al lector.
Su valor no hace extrañar que fuera “adaptado” por Max Allan Collins en su “Camino a la Perdición” -en una maniobra que recuerda mucho a la adaptación de “Los 7 Samuráis” de Kurosawa a “Los 7 Magníficos”, cambiando al torvo Ronín y su hijo en un Gangster que ha perdido el favor de su padrino y que recorre los Estados Unidos de los años 20 con su hijo.
Lobo Solitario y su Cachorro no es un cuento de hadas, es una representación de lo violento de la naturaleza humana, del honor y del deber del samurai, en un mundo cruel y sin esperanza, en el que al menos aún nos queda la sonrisa de Daigoro.
Hace años el autor Frank Miller reconocía su absoluta admiración por un manga de los años 70 llamado “Kozure Okami” traducido allí como “Lone Wolf & Cub”. La historia de un Ronin, un samurai sin señor, que junto a su hijo, Daigoro, alquila su espada al mejor postor como asesino, recorriendo el Japón del siglo XVIII, un conflictivo periodo histórico en el que comenzó la época del Shogunato Tokugawa que aislará a Japón del resto del mundo durante dos siglos.
En España hemos tenido que esperar hasta el 2003 para poder leer sobre ese viaje cargado de violencia que es Lobo Solitario y su Cachorro y sinceramente creo que la espera ha merecido la pena porque Kozure Okami es un poema japonés, pero un poema que destila violencia y sexo, sin concesiones para el lector.
Somos testigos de un mundo lejos de la inocencia, una sociedad corrompida, con gobernadores corruptos, y vasallos que maquinan para acabar con sus señores feudales. Desde luego no es de extrañar el antes mencionado gusto de Miller por este cómic, comparte muchos de los temas y de las inquietudes que han hecho famoso al autor americano y que salpican su obra.
La pluma del escritor Kazuo Koike nos plasma un curioso personaje como es el protagonista, que a los lectores se nos puede antojar frío, metódico, un perfecto asesino que domina su arte, con un sentido del honor que le obliga a cumplir siempre sus contratos porque se lo manda su código samurai.
Y que hay que decir del otro protagonista, Daigoro, el niño. Un testigo de las cruentas hazañas de su padre, en ocasiones inocente -si es que la inocencia puede ser concebida en ese violento mundo-, pero como muy bien dicen “aunque sea un cachorro, no deja de ser un lobo en potencia...” y así en ocasiones se convierte en la mejor arma de su padre.
Y todo esto es plasmado gracias al más que eficaz arte de Goseki Kojima, su dibujo es efectivista, su plasmación de las luchas, los duelos entre los samuráis, en definitiva, la carnicería, la violencia, la furia implícita de esos enfrentamientos que sobrecogen al lector.
Su valor no hace extrañar que fuera “adaptado” por Max Allan Collins en su “Camino a la Perdición” -en una maniobra que recuerda mucho a la adaptación de “Los 7 Samuráis” de Kurosawa a “Los 7 Magníficos”, cambiando al torvo Ronín y su hijo en un Gangster que ha perdido el favor de su padrino y que recorre los Estados Unidos de los años 20 con su hijo.
Lobo Solitario y su Cachorro no es un cuento de hadas, es una representación de lo violento de la naturaleza humana, del honor y del deber del samurai, en un mundo cruel y sin esperanza, en el que al menos aún nos queda la sonrisa de Daigoro.
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