Durante los últimos meses me he visto inmerso en un aprendizaje sobre la cultura japonesa ya sea literaria o cinematográfica. Y es en esta última disciplina que he descubierto el cine de Akira Kurosawa, el “emperador” del cine nipón, cuya filmografía aun no he hecho más que arañar.
Este fin de semana le llegó el turno a “Rashomon” (1950), el filme con el que se dio a conocer internacionalmente y cosecho importantes premios como el León de Oro en la Muestra de Venecia y el Oscar en 1951.
Este fin de semana le llegó el turno a “Rashomon” (1950), el filme con el que se dio a conocer internacionalmente y cosecho importantes premios como el León de Oro en la Muestra de Venecia y el Oscar en 1951.
Pese a que los sucesos que ponen en movimiento a la película puedan parecer muy comunes, un asesinato y una violación, la maestría de Kurosawa está en que este suceso lo vemos a través de la perspectiva de cuatro personajes, siendo cada versión diferente de la anterior, pese a que estén contando el mismo hecho.
Y es que cada personaje no cuenta la “verdad” en si, sino la versión que más se amolda a sus intereses.
Lo que plantea Kurosawa en esta película tiene una lectura muy actual. Solo hay que leer los periódicos o encender la televisión.
La verdad tal como es, brilla por su ausencia. Solo recibimos una versión, sesgada por el interés de quién la da, de acuerdo a sus necesidades.
Y lo peor es que todos los hacemos. Preferimos dar la versión que más no interesa de las cosas antes que dar a conocer la real. Hay una palabra que define muy bien esa actitud nuestra, hipocresía.
Y es que cada personaje no cuenta la “verdad” en si, sino la versión que más se amolda a sus intereses.
Lo que plantea Kurosawa en esta película tiene una lectura muy actual. Solo hay que leer los periódicos o encender la televisión.
La verdad tal como es, brilla por su ausencia. Solo recibimos una versión, sesgada por el interés de quién la da, de acuerdo a sus necesidades.
Y lo peor es que todos los hacemos. Preferimos dar la versión que más no interesa de las cosas antes que dar a conocer la real. Hay una palabra que define muy bien esa actitud nuestra, hipocresía.
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